Las experiencias son aprendizajes para ambos, podemos hacer también la vista gorda, ignorar la experiencia, pero si aún te falta algo para aprender puede que repitas la historia…
¿Te identificas con esto? Cuando estaba reconciliándome con mi esposo después de descubrir la infidelidad, así como escribí en los artículos anteriores me preguntaba con ¿Qué hago si vuelve a engañarme? …….. y si ya conoces mi experiencia desde el principio habrás visto los riesgos, los aciertos y desaciertos, el dolor, la frustración y cuando todo parecía volver al fin a la calma y normalidad se aproximaba una noche especial, te cuento…
Una noche aguardaba que mi esposo llegase del trabajo, toda arreglada, no es para presumir, pero me sentía bella, lucía espectacular con mi vestido, las niñas lucían impecables, teníamos un importante acontecimiento social, pero cuando llegó no quería ir. Sorprendida, sin entender el repentino cambio de planes, acepté que no quisiese ir pero esta vez no me quedaría en casa, como era de costumbre, yo estaba dispuesta a ir sola con las niñas. Esta idea no le agradó para nada, por lo que se preparó y fuimos juntos. Pero quien imaginaría lo que estaba justo por venir, para sorpresa mía vi a la mujer allí.
No pasó mucho tiempo para que las miradas de mi marido y la mujer se cruzasen, allí estaban nuevamente los dos, lo nervioso e inquieto que él se sentía con su presencia me llamaba la atención.
Terminada la fiesta, donde por cierto no nos divertimos, regresamos a casa sin comentarios y fuimos a dormir. Unos minutos más tarde me despertó un “bip…. bip….” llegó un mensaje al móvil de mi esposo, esperaba que conteste, que lo lea, pero había quedado profundamente dormido. Ni modo que lo deje sin leer, pudiera ser una urgencia, pues a estas horas de la noche, pensaba.
Tomé el celular y no me lo podía creer,¿esto era cierto?, ¿Veo lo que veo? Ella le había enviado un mensaje. Así que sin más, contesté fingiendo que era mi esposo, intercambiamos mensajes por buen tiempo y compruebo mis sospechas, el romance entre ellos no había terminado.
Esta vez mi dolor era mucho mayor, está vez él ya no podía decir que era un descuido, que ha sucedido porque no evaluaba la dimensión de sus actos, esta vez yo debía aceptar la realidad y que definitivamente algo andaba mal, escapaba de mis posibilidades encontrar una salida, ya lo había intentado todo, no me quedaba nada en la imaginación que podría hacer o cosa que aún no hubiese intentado hacer para salvar mi matrimonio.
Por la mañana al despertar mi esposo, no encontró su celular y me preguntó:
-Tocaste mi teléfono, ¿vos lo tenés? Dámelo. Con una voz tosca
– Sí, lo tengo, pero no te lo daré, hasta que me expliques algunas cosas.” le respondí.
En ese momento cambió su expresión, su lenguaje corporal lo decía todo, mi mirada era contundente, él ya sabía que tratar de inventar historias sería inútil, no hubo muchas palabras, ni grandes discusiones, una sola cosa era de esperar.
La escena de ver partir a mí esposo y de juntar sus cosas se repitió, pero ésta vez yo misma le ayudé a empaquetar todo para que saliera de la casa. Algo en mí era distinto, sentía que salir de esta situación no iba a ser fácil, que no me había servido hacer lo que había hecho, que para tener resultados diferentes convendría que hiciese las cosas diferentes y si quería dejar de sufrir era imprescindible hacer algo que aún no sabía qué era, que aún no había descubierto.
Analizaba y pensaba, ya me he humillado, pisé mi dignidad y no ha servido ¿Qué más necesito hacer? Así que los días siguientes, después de sentirme completamente rendida, me levanté de ese sillón en donde me consumía en lágrimas y puse toda mi energía en buscar la salida, “debe haber alguna salida” me decía.
Dedicaba día y noche a esta tarea, estaba dispuesta a salir de la situación en que estaba, porque consideraba que mis hijas se merecen una madre, ya habían pasado suficiente tiempo conmigo llorando y ocupada luchando por mi matrimonio.
No se merecían una madre que se compadecía de ser la esposa frustrada y de su mala suerte. A pesar del esfuerzo, el malestar interior no mermaba, no dejaba de doler la desilusión, pero no me permitía bajar los brazos, fue así que una puerta se iba abriendo para mí, allí estaba exactamente aquello que necesitaba en ese momento.
Y así fue como empecé a encontrar respuestas a través de la ayuda de amigos, familiares, psicólogos, terapeutas, libros, vídeos, audios y profesionales de relaciones de pareja. Muchas veces no me gustaba lo que encontraba, otras sin embargo me identificaba exactamente con lo que leía e iba descubriendo.
Pasaron meses desde que mi esposo se había ido de la casa y mi vida era como una montaña rusa, a veces sin esperanza y otra confiada en que todo estaba ocurriendo para algo mejor, aunque no fuese capaz de verlo.
Si quieres hacer como yo lo hice pues te deseo el mejor de los éxitos para que también encuentres las fuerzas diarias, la perseverancia y paciencia, pero si quieres ganar tiempo y bienestar en tu vida en semanas, haz clic en este enlace y da el gran salto de tu vida para recuperar tu equilibrio interior y tu tranquilidad.